Al ser un producto protagonista de la higiene personal y de la limpieza de toda clase de superficies, el jabón suele pasar como un elemento más y por lo mismo, es poco probable que nos dediquemos al menos por unos minutos a pensar sobre su origen y todo lo positivo que su invención ha representado para la historia de la humanidad.
Puesto que los restos más antiguos de jabón corresponden al año 2.800 a.C y son de origen babilonio, no está del todo claro quien fue su inventor y a propósito de ello, existen toda clase de historias y leyendas, sin embargo, en esta ocasión nos fijaremos de manera exclusiva en la composición química del jabón ya que es a partir de esta que puede desempeñar de manera perfecta su misión.
La química del jabón
Si bien actualmente se encuentran en el mercado una gran cantidad de jabones con las correspondientes variaciones en su composición, por regla general, el jabón se consigue a partir de una mezcla de sal sódica o potásica con un lípido de origen animal o vegetal.
Debido a que el agua por sí misma no cuenta con la capacidad de eliminar la suciedad, el proceso de la obtención del jabón, el cual se compone de tres fases: saponificación, sangrado y moldeado es imprescindible para poder garantizar que las partículas invasoras puedan ser retiradas.
Si se trata de la fabricación industrial del jabón, el objetivo suele ser transformar la pasta en polvo que requiere de contacto con aire caliente.