Los post-evangélicos y los protestantes de línea principal afirman con entusiasmo la teología política del Magnificat, viendo al Magnificat como himno revolucionario destinado a vigorizar el testimonio de la iglesia a través de actos de justicia.
Este enfoque toma en serio la segunda parte del Magnificat, burlándose del contexto cultural y político en el que el canto fue compuesto y cantado en una tierra ocupada por una mujer sin medios.
La historia que comienza a surgir de esta tradición interpretativa es una de crítica profética y reorientación política. La justicia es la causa de Dios. Dios se ve del lado de los oprimidos, pobres y humildes, y él logrará la justicia levantándolos y protegiéndolos. La oración de la magnífica, una canción desafiante desde los márgenes que acusa a los poderosos y da voz a los oprimidos, anticipa estos propósitos de Dios.
La interpretación del Magnificat como Himno Revolucionario
Esta interpretación aumenta la plausibilidad al considerar las formas en que la misión de la iglesia ha sido cooptada por ideologías políticas injustas. La misión mundial y el colonialismo han colaborado de maneras que han socavado drásticamente la integridad del evangelio.
Para que la fe cristiana tenga credibilidad en un mundo contemporáneo fracturado por la injusticia y el sufrimiento, debe renunciar a las alianzas impías con el poder opresivo y ofrecer palabras de esperanza a los marginados.
Como alguien que ha buscado entender y vivir el mensaje liberador y humanizador de Jesucristo con los marginados, es necesario extender el rechazo a las interpretación del Magnificat como himno revolucionario opresivo.
Conclusión
El canto de alabanza de María contiene su teología política dentro de un marco más amplio de Dios e Israel, y esta interpretación lo echa por tierra, ignorando esencialmente la teología de la alianza de los versículos 54 -55. Los actos políticos de liberación de Dios no están ligados a una noción abstracta de justicia sino más bien a que él específicamente «recuerde su alianza» con Abraham e Israel.
La dislocación social y política en la que se encuentran María, Isabel y Zacarías comenzó más de 400 años antes con el exilio babilónico. La opresión había tomado muchas formas (los gobernantes, los orgullosos, los ricos) pero ahora, por fin, Dios iba a recordar su pacto y traer a su mesías.
Hacer del Magnificat una oración simplemente sobre la liberación política en general le da un giro a la canción y corre el riesgo de alinearla con otra agenda política opresiva.