- Educación financiera: invertir implica conocer el mundo de las finanzas con propiedad ya que en caso de no tener conocimientos sólidos al respecto lo más probable es que se obtengan pérdidas de dinero en lugar de ganancias. Para quienes no manejan el tema en cuestión las inversiones en la bolsa de valores pasan a ser más bien un juego azaristico en el que se dependería principalmente de la suerte.
- Inteligencia emocional: vista desde la óptica de controlar las emociones a partir del desarrollo de una estructura intelectual sobre la base de la cual poder tomar decisiones, evitando que lo socio afectivo las deterioren o interfieran con las mismas. Debe prevalecer la objetividad en la toma de decisiones y evitarse a toda costa que el optimismo conduzca a decisiones o acciones erróneas o poco acertadas. En este caso podría decirse que el optimismo es el enemigo del comprador racional. El miedo es otra emoción que debe cuidarse muy de cerca ya que podría hacerle actuar de forma errática a quienes invierten.
El mundo de la bolsa de valores es muy dinámico y fluctuante dentro del cual las decisiones de buenas o malas inversiones, paradójicamente tiene su origen en la menta de los inversionistas y en consecuencia el éxito o fracaso no escapan de sus acciones o decisiones. Invertir va de la mano con el sentido común que se deriva del análisis objetivo de los hechos.
Es a través de la educación financiera que se puede conocer el cómo invertir y el control de las emociones posibilita la toma de decisiones acertadas a partir de esa educación y conocimiento. Ambos elementos combinados constituyen la clave del éxito o fracaso.
El interés por invertir en la bolsa de valores ha ido creciendo progresivamente especialmente en aquellas personas que buscan opciones rentables para poner su dinero a producir, sin embargo, muchos se abstienen de hacerlo por no poseer el conocimiento del cómo o a quien acudir para asesorarse y emprender así su incursión.